En los acontecimientos recientes en torno a las acciones militares de Estados Unidos en las regiones del Caribe y el Pacífico, el presidente Donald Trump anunció ataques militares contra ocho embarcaciones principalmente vinculadas a Venezuela, alegando que las operaciones eran legales porque las embarcaciones transportaban narcóticos con destino a Estados Unidos. Este argumento dio lugar a un importante debate sobre la legalidad y la idoneidad de un enfoque militar para combatir el tráfico de drogas.
El senador Rand Paul, republicano de Kentucky, que preside el Comité de Seguridad Nacional del Senado, expresó su preocupación por la estrategia militar, sugiriendo que se desvió de los protocolos estadounidenses establecidos para la aplicación de la ley marítima. Durante una aparición el 19 de octubre en “Meet the Press” de NBC, Paul sugirió que no todos los buques sospechosos de tráfico de drogas en realidad transportan sustancias ilegales. Destacó las estadísticas de las operaciones de la Guardia Costera que indican que alrededor del 25 por ciento de las veces los barcos abordan sin encontrar drogas. “Cuando detienes a una persona en el mar, en aguas internacionales, vas a abordar un barco y anunciar que están buscando contrabando. Sucede todos los días en Miami”, explicó.
Los comentarios del senador fueron respaldados por datos del informe del año fiscal 2024 de la Guardia Costera, que indicó que la agencia pudo interceptar drogas en aproximadamente el 73 por ciento de los abordajes a embarcaciones, incluido el 27 por ciento donde no se encontraron drogas detectables. Esta contradicción plantea interrogantes sobre las implicaciones de las tácticas agresivas de los militares, especialmente en relación con el asesinato de personas inocentes. Según los informes, más de 30 personas perdieron la vida en estos ataques; Sin embargo, la administración Trump no ha proporcionado pruebas sólidas para confirmar la presencia de drogas en los buques objetivo.
Si bien las tasas de interceptación de la Guardia Costera brindan un contexto valioso, aún no está claro con qué eficacia se aplican estas estadísticas a las operaciones militares recientes, dijeron expertos en el campo de la medicina. Jonathan Caulkins, investigador de la Universidad Carnegie Mellon, plantea preguntas relacionadas con la definición de “disrupción de las drogas” y cómo los diferentes escenarios afectan las tasas de éxito. Por ejemplo, si un barco captura a traficantes conocidos pero no encuentra drogas, ¿se considera una interceptación exitosa? De manera similar, si las drogas se eliminaran antes de la interrupción, ¿cómo afectaría eso a las estadísticas?
Como reflejo de estas complejidades, algunos expertos advierten contra la correlación directa de las estadísticas de la Guardia Costera con los ataques militares a embarcaciones venezolanas. La capacidad de confirmar información precisa sobre estos buques específicos afecta significativamente los resultados, y la falta de claridad sobre la naturaleza y la cantidad de drogas que se cree que están a bordo de los buques exacerba el problema.
Mientras continúa el debate sobre el tráfico de drogas, es importante que los expertos señalen que Venezuela desempeña un papel relativamente pequeño en el tráfico de drogas que afecta a Estados Unidos, particularmente en lo que respecta al fentanilo ilegal que a menudo es facilitado por ciudadanos estadounidenses a través de cruces fronterizos oficiales desde México.
A la luz de las afirmaciones de Paul de que alrededor del 25 por ciento de los abordajes de la Guardia Costera no proporcionan ningún medicamento, la información de informes recientes corrobora su afirmación, pero requiere matices adicionales. Aunque se informa que la eficiencia de interceptación de la Guardia Costera es del 73 por ciento, la aplicabilidad directa de estas estadísticas a las tácticas ofensivas militares es incierta, lo que enfatiza la necesidad de un enfoque más mesurado para la aplicación de la ley marítima. Las complejidades que rodean las recientes acciones militares, combinadas con los matices de la aplicación de la ley marítima, presentan un panorama desafiante mientras Estados Unidos navega por su estrategia de respuesta al tráfico de drogas.











