Una importante revisión científica ha revelado que lo que muchas personas denominan “sensibilidad al gluten” puede estar más estrechamente relacionada con la comunicación entre el intestino y el cerebro que el gluten mismo. Estos hallazgos, que afectan aproximadamente al 10 por ciento de la población mundial, podrían cambiar la comprensión, el diagnóstico y el tratamiento de la afección.
Una revisión exhaustiva publicada en The Lancet analizó los estudios existentes sobre la sensibilidad al gluten no celíaca (SGNC) con el objetivo de dilucidar las causas detrás de los síntomas que experimentan quienes consumen alimentos que contienen gluten sin ser celíacos. Los síntomas comunes de la sensibilidad al gluten incluyen hinchazón, dolor abdominal y fatiga.
La profesora asociada Jessica Bieskierski de la Universidad de Melbourne, quien dirigió el estudio, dijo que los resultados contradecían creencias arraigadas sobre la sensibilidad al gluten. Ella afirma: “Contrariamente a la creencia popular, la mayoría de las personas con NCGS no reaccionan al gluten. Nuestros hallazgos muestran que los síntomas a menudo son desencadenados por carbohidratos fermentables comúnmente conocidos como FODMAP, otros componentes del trigo o las expectativas y experiencias previas de las personas con los alimentos”.
Los estudios controlados realizados por investigadores muestran que sólo un pequeño número de personas presentan verdaderas reacciones al gluten y que las reacciones generales son comparables a las inducidas por un placebo. Esta evidencia sugiere que para muchas personas, los síntomas pueden no estar directamente relacionados con el gluten.
Besiekierski explicó que investigaciones recientes apuntan a que las personas con síndrome del intestino irritable (SII) se consideran sensibles al gluten. Esto sugiere que los factores predisponentes y explicativos que rodean las sensaciones intestinales influyen significativamente en el desarrollo de los síntomas. En conjunto, los conocimientos apuntan a la NCGS como parte de un espectro más amplio de interacciones intestino-cerebro, lo que sugiere una conexión más estrecha con afecciones como el síndrome del intestino irritable que con el trastorno del gluten.
La investigación, en la que participaron científicos de Australia, los Países Bajos, Italia y el Reino Unido, tiene importantes implicaciones para la salud pública y el tratamiento. Los hallazgos pueden cambiar los diagnósticos médicos, las recomendaciones dietéticas y la comunicación de salud pública en torno al gluten.
“Millones de personas en todo el mundo creen que el gluten daña sus intestinos, a menudo después de experimentar síntomas muy reales que van desde un malestar leve hasta un malestar severo”, anotó Bysiekierski. Hizo hincapié en la necesidad de una comprensión científica y médica más profunda de esta enfermedad, que afecta hasta al 15 por ciento de la población mundial.
El profesor asociado Jason Ty-Din, director del Snow Center for Immune Health y gastroenterólogo del Royal Melbourne Hospital, se hizo eco de esta opinión y dijo que esta comprensión actualizada permitiría a los profesionales distinguir mejor entre NCGS y afecciones intestinales relacionadas. “Diferenciar la NCGS de las afecciones intestinales relacionadas es esencial para que los médicos proporcionen un diagnóstico preciso y una atención personalizada, así como para tratar los factores subyacentes”, afirmó. También aboga por un enfoque de la salud intestinal más personalizado y basado en evidencia para evitar restricciones dietéticas innecesarias.
Bieskierski pidió un cambio en los mensajes de salud pública para alejarse de la visión de que el gluten es inherentemente dañino, reforzando que esta narrativa a menudo carece de fundamento. La revisión enfatiza la necesidad de mejores herramientas de diagnóstico, vías clínicas más rigurosas, mayor financiamiento para la investigación en esta área, así como mejores prácticas de educación pública y etiquetado de alimentos.












