Agentes federales de inmigración causaron recientemente caos en un vecindario de Chicago cuando lanzaron gases lacrimógenos durante una operación policial selectiva. El incidente, que tuvo lugar afuera de la escuela primaria Funston y del Children’s Play Cafe, tiene a padres y educadores debatiendo sobre cómo explicar la traumática experiencia a los niños que presenciaron la pelea. Las familias de toda la región, incluidas aquellas que no están directamente expuestas a acciones migratorias, están ahora en constante preocupación por futuros ataques.
El Departamento de Seguridad Nacional (DHS) ha defendido el uso de gases lacrimógenos, explicando que los manifestantes bloquearon a sus agentes de la Patrulla Fronteriza durante una operación denominada “Operación Midway Blitz”. La represión comenzó en septiembre e involucró a agentes armados que patrullaban los vecindarios en vehículos sin identificación. El DHS afirma que su personal se enfrenta a una ola de violencia, incluidas agresiones y amenazas, y que dichas medidas coercitivas son necesarias para la seguridad pública.
El día del incidente, los agentes llegaron a una calle muy transitada en un todoterreno sin distintivos, seguidos por una procesión de coches que tocaban sus bocinas para alertar a los residentes locales. Los testigos describieron cómo el scooter intentó detener el SUV, lo que finalmente provocó que los agentes arrojaran botes de gas lacrimógeno a la calle. Liza Oliva-Pérez, una maestra de quinto grado cercana, describió cómo se horrorizó al ver cómo se desarrollaba el caos. Aunque previamente le advirtieron que hiciera sonar el silbato si los agentes se acercaban, tuvo dificultades para alcanzarlo cuando se lanzaron gases lacrimógenos.
En el café de juegos del vecino Luna y Cee, un grupo de niños pequeños estaba almorzando cuando el ambiente cambió drásticamente. La propietaria, Vanessa Aguirre-Avalos, ciudadana estadounidense, salió para evaluar la situación mientras los guardianes trasladaban a los niños a un lugar seguro. Una niñera, temiendo su propio destino, le ruega a Aguirre-Avalos que los niños lleguen sanos y salvos a casa si la atrapan. Mientras tanto, Molly Kusich conduce frenéticamente para traer a los niños al café después de enterarse de la inminente redada de inmigración. El pánico asustó y sacudió a su pequeño, lo que la llevó a buscar ayuda profesional para su angustia.
Más tarde, los maestros de la primaria Funston hicieron todo lo posible para asegurarles a los estudiantes que estaban a salvo. Aún así, el miedo impregna el aire mientras se preparan para sacar a los niños, sin saber qué les espera afuera. La maestra de primer grado, Maria Heavener, se acercó a través de chats de grupos comunitarios para conseguir apoyo para la escuela durante estos tiempos tensos. Cuando sonó la campana final, una multitud de vecinos (muchos de los cuales no fueron identificados como políticamente activos) se reunieron afuera para proteger a los niños de más disturbios.
El impacto emocional en los niños es significativo. Los informes sugieren que algunos han comenzado a internalizar el miedo, y un niño susurra a sus juguetes: “Será mejor que seamos buenos o ICE nos atrapará”. Aguirre-Avalos destacó el impacto a largo plazo de tales eventos traumáticos, señalando que incluso cuando las acciones policiales cesan, las cicatrices emocionales persisten.
A medida que los padres y educadores continúan lidiando con las implicaciones de estos ataques migratorios, un sentido de comunidad y protección mutua entre los residentes se hizo más evidente, subrayando el profundo impacto que el miedo y la incertidumbre en torno a la política de inmigración pueden tener en la vida cotidiana en Estados Unidos.











