Los fanáticos de los deportes sienten un tipo especial de angustia que persiste mucho después de que los jugadores han abandonado el juego y los debates en el estudio se han calmado. Es la tristeza que no se puede olvidar después de perder sin luchar. La reciente derrota de la India en la prueba contra Sudáfrica no fue sólo un revés; fue una abdicación. No el fracaso heroico que romantizamos, sino la rendición sin resistencia.

Un colapso de primer orden que parecía inevitable, un esfuerzo de bolos que nunca amenazó, una actuación que te hizo preguntarte: ¿Por qué creíste? ¿Por qué los dejaste entrar?

Es sorprendente lo personal que se siente. Sentado en el sofá, en el palco de prensa o en los asientos baratos del Eden Gardens, el peso de la rendición del equipo cae sobre tu pecho. Hay una extraña intimidad en esta decepción, casi tan punzante como el desamor de un adolescente. Como un ingenuo quinceañero, confunde el contacto visual con el destino. Y ese mismo chico siente un vacío en el pecho cuando la chica que adoraba pasa junto a él sin mirarlo.

Los deportes repiten esta lección cada pocos años. Justo cuando cree que ha superado esa ingenuidad, un equipo en el que confía le recuerda lo frágil que es el optimismo. Te atrae con su promesa y te deja decepcionado.

Se convierte en un hematoma colectivo que se extiende por salones, buzones de noticias y grupos de WhatsApp. Por la noche se celebra un festival de memes en las redes sociales. Los jugadores y entrenadores son blancos fáciles para los fanáticos que intentan reírse del fracaso que se esconde detrás del humor.

Tal fracaso se convierte en una herida colectiva, sentida por millones pero inevitablemente procesada en soledad.

Todas las victorias que vienen después no pueden embalsamar completamente esta dolorosa derrota, del mismo modo que todos los sentimientos que vienen después no pueden reemplazar la angustia de un primer amor que el niño tonto una vez creyó que duraría feliz para siempre.

Y otras preguntas empiezan a picar. ¿Cómo se recuperará la clase media de una humillación que le ha socavado la moral? ¿Cómo volverá Salah a encontrar su calzado goleador? No mantiene despierto al hombre de 40 años más que las preocupaciones de EMI por la casa que sabía que nunca podría permitirse, porque esa impotencia se siente más urgente e íntima.

Lo veremos de nuevo mañana, por supuesto. Siempre hacemos esto. Pero hoy, después de otra tímida pérdida, es imposible escapar a la verdad de que algunas heridas persisten más de lo debido.

Publicado el 3 de diciembre de 2025

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