Investigadores de la Universidad de Cambridge han revelado un enfoque innovador para evaluar el impacto de las prácticas agrícolas en la supervivencia de las especies globales. La nueva métrica, llamada métrica “LIFE”, permite a los científicos analizar “los efectos del cambio de la cobertura terrestre en futuras extinciones”: cómo diversos cambios en el uso de la tierra, como la deforestación y la restauración del hábitat, afectan el riesgo de extinción de 30.000 especies de vertebrados terrestres en todo el mundo.
La Dra. Alison Ayres, investigadora postdoctoral en el Departamento de Zoología de la universidad, desempeñó un papel clave en la investigación. Creó dos mapas detallados que ilustran los cambios potenciales en la probabilidad de extinción de especies en dos escenarios diferentes: uno en el que todo el hábitat natural restante se convierte en tierras de cultivo y otro en el que las tierras de cultivo existentes vuelven a su estado natural. Estas representaciones visuales enfatizan que los efectos nocivos de la expansión agrícola se distribuyen de manera desigual en todo el mundo, con impactos significativos en mamíferos, aves, anfibios y reptiles.
Investigaciones alarmantes sugieren que entre 700 y 1.100 especies de vertebrados están en riesgo de extinción en el próximo siglo si el uso de la tierra para la agricultura permanece sin cambios. Esta estimación no tiene en cuenta el crecimiento demográfico futuro, lo que sugiere que la cifra real podría ser mucho mayor.
Un punto crítico destacado por la investigación es el impacto significativo de los diferentes tipos de alimentos en la biodiversidad. Por ejemplo, productos populares como el café, el cacao, el té y los plátanos que se cultivan principalmente en regiones tropicales corren un mayor riesgo de extinción de especies en comparación con los que se cultivan en regiones templadas. La carne de res y el cordero son las opciones alimentarias más vulnerables en términos de riesgo de extinción, con variaciones dependiendo de las ubicaciones geográficas de producción, según el estudio. La carne vacuna importada de Australia y Nueva Zelanda, por ejemplo, tiene entre treinta y cuarenta veces más probabilidades de extinguirse que la carne producida localmente en el Reino Unido e Irlanda.
La conversión de tierras para uso agrícola y la consiguiente destrucción del hábitat es la amenaza más importante para la biodiversidad, afirman los investigadores. El Dr. Thomas Ball, investigador postdoctoral en el Departamento de Zoología y primer autor del informe, señaló las importantes necesidades de tierra para la ganadería, que desplaza significativamente los hábitats naturales. Afirmó elocuentemente: “Nuestro estudio muestra que comer frijoles y lentejas es 150 veces mejor para la biodiversidad que comer carne de rumiantes”. Sugirió que un cambio masivo a una dieta vegetariana en el Reino Unido podría reducir a la mitad el impacto en la biodiversidad del país.
Al influir en las decisiones políticas a nivel nacional, la métrica LIFE ganó fuerza. Junto con el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo y el Comité Conjunto para la Conservación de la Naturaleza (JNCC), la investigación de Ball vincula los datos de consumo nacional de 140 tipos de alimentos con la métrica LIFE. Este novedoso enfoque es ahora parte de la estrategia del gobierno del Reino Unido para medir las consecuencias ambientales de los patrones de consumo agrícola del país.
El Dr. Ball advierte contra el análisis exclusivo de la producción de alimentos. Si bien las políticas agrícolas actuales del Reino Unido fomentan prácticas que reservan tierras para la naturaleza y reducen la producción de alimentos, advierte que depender de las importaciones desde puntos críticos de biodiversidad conducirá a un mayor daño ambiental con el tiempo.
Este estudio, que revela las complejas relaciones entre la elección de alimentos, las prácticas agrícolas y la pérdida de biodiversidad, sirve como un recordatorio crítico de las implicaciones ambientales de nuestros alimentos y la urgente necesidad de una reforma política para garantizar la conservación de los ecosistemas globales.
 
            