Martes 2 de diciembre de 2025 – 11:45 WIB
Yakarta, Wiwa – En medio de los esfuerzos del gobierno por acelerar la transformación económica, Indonesia enfrenta un desafío que rara vez se discute públicamente: la creciente brecha de inversión entre las necesidades de inversión y las capacidades financieras internas. En tales circunstancias, los actores del mercado, incluidos los inversores que dependen de plataformas confiables como HFM para aprovechar las oportunidades de la dinámica económica global cambiante, han comenzado a revisar sus estrategias. Este fenómeno no es sólo un problema macroeconómico sino que también toca la base del desarrollo a largo plazo del país.
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El crecimiento económico de Indonesia todavía está en el rango del 5 por ciento anual, una cifra estable pero no suficiente para llevar a todos los niveles de la sociedad hacia una prosperidad igualitaria. Para alcanzar el objetivo de la Indonesia Dorada 2045 se requiere un crecimiento sostenible de al menos entre el 6 y el 7 por ciento durante las próximas dos décadas. Sin embargo, la relación entre inversión y producto interior bruto (PIB) sigue siendo de alrededor del 31 por ciento, y países vecinos como Vietnam y Malasia alcanzan cifras más altas, según los reality shows. Esta brecha muestra que nuestro motor de crecimiento no está funcionando correctamente.
Una de las principales razones es que la tasa de ahorro nacional sigue siendo baja en comparación con las necesidades de financiación de las inversiones. Los indonesios tienden a invertir en activos de consumo en lugar de en instrumentos productivos como bonos o acciones. Por otro lado, el sector financiero no ha podido financiar de manera efectiva ningún proyecto a largo plazo. Como resultado, las grandes inversiones, especialmente en los sectores de infraestructura, energía y manufactura, siguen dependiendo en gran medida de los flujos de capital extranjero.
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Esta dependencia del financiamiento externo crea sus propias debilidades. Cuando las condiciones globales cambian (por ejemplo, el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos o las fluctuaciones en los precios de las materias primas), los flujos de capital pueden cambiar rápidamente de dirección. En este contexto, la estabilidad macroeconómica es una apuesta importante. De hecho, el gobierno está tratando de fortalecer las reservas de divisas y gestionar el déficit de cuenta corriente, pero el espacio fiscal para apoyar la inversión estratégica sin aumentar el ahorro interno es limitado.
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Además de los factores financieros, las barreras estructurales también aumentan la brecha de inversión. El proceso de concesión de licencias, la seguridad jurídica y la infraestructura logística siguen siendo las principales quejas de los inversores. Aunque se han implementado muchas reformas a través de la Ley de Creación de Empleo y la digitalización de los servicios de licencias, su implementación en este sector aún es desigual. Los inversores a menudo enfrentan diferencias en la interpretación de las regulaciones entre regiones, lo que ralentiza la implementación de proyectos. En una economía global en rápida evolución, este tipo de incertidumbre puede ser el mayor elemento disuasivo.
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De hecho, el sector privado tiene un gran potencial para cerrar parte de esta brecha, particularmente a través de asociaciones público-privadas (APP) en proyectos de infraestructura y energía renovable. Sin embargo, muchos proyectos todavía se consideran menos viables comercialmente, lo que dificulta atraer el interés de los inversores institucionales. Los bancos nacionalizados siguen siendo cautelosos a la hora de desembolsar crédito a largo plazo debido al riesgo de desequilibrios de liquidez. Para superar esto, se requiere un desarrollo más profundo del mercado de bonos corporativos y de instrumentos de financiamiento verde para garantizar un flujo eficiente de fondos a largo plazo.












