Los nuevos avances en la tecnología de radares y misiles están cambiando drásticamente la dinámica de la guerra aérea moderna, planteando importantes desafíos a los aviones que vuelan a baja altura. El director de capacidades y programas de la Royal Air Force (RAF), el vicemariscal del aire, James Beck, destacó estos cambios en un discurso reciente en el Royal United Services Institute del Reino Unido.

Beck contó sus experiencias volando el avión de combate multiusos Tornado a principios de la década de 2000, cuando en general se aceptaba que los vuelos ultrabajos le permitían penetrar profundamente en territorio enemigo sin ser detectado. En ese momento, la creencia de que los sistemas de radar enemigos no podían ver a través del terreno era una idea estratégica que había prevalecido durante décadas. Una técnica conocida como enmascaramiento del terreno utiliza la curvatura de la tierra y los obstáculos terrestres para volar cerca del suelo y evadir la detección de radar, una estrategia eficaz contra los radares tradicionales y los sistemas de misiles tierra-aire.

Sin embargo, los recientes avances en las tecnologías de radar y misiles han dejado obsoleto el enfoque tradicional, que él describe como “aplanar la Tierra”. Los sistemas de radar modernos, como el radar activo de barrido electrónico (AESA), utilizan haces controlados electrónicamente que pueden rastrear múltiples objetivos simultáneamente. Además, han surgido nuevas capacidades de radar sobre el horizonte (OTH), que permiten la detección más allá de la curvatura de la Tierra.

El alcance de detección ha aumentado significativamente, con capacidades que van desde cientos a miles de millas náuticas. Los alcances de los misiles tierra-aire y tierra-tierra también se han ampliado, intensificando la amenaza a las fuerzas aéreas. A medida que las operaciones antiacceso y negación de área (A2AD) que utilizan múltiples capas de radares, misiles y sensores se vuelven más sofisticadas, este cambio requiere una reevaluación de las tácticas.

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Beck enfatizó la importancia de adoptar tácticas aéreas militares en respuesta a estos avances. La capacidad de penetrar los espacios de batalla enemigos es fundamental para mantener el control aéreo, que es vital para apuntar a nodos de comando, centros logísticos y sitios de misiles detrás de las líneas enemigas. El conflicto en curso en Ucrania ejemplifica las consecuencias de no lograr la superioridad aérea desde el principio, mientras las fuerzas ucranianas y rusas luchan por hacerse con el control en medio de formidables sistemas de defensa aérea.

Sin que ninguno de los bandos pudiera dominar los cielos, las redes de defensa aérea frustraron los intentos de penetrar el espacio aéreo enemigo. Si bien tanto Ucrania como Rusia han hecho un uso eficaz de drones y misiles, el control deseado sigue sin estar claro. Beck destacó el rápido ritmo del cambio, en el que muchos actores estatales y no estatales presentan nuevos desafíos que requieren sistemas robustos de defensa aérea y antimisiles.

Para abordar el panorama cambiante de la guerra, Beck describió las prioridades del Reino Unido como actualizar los sistemas de comando y control existentes y mejorar la tecnología de sensores. Las mejoras en los sensores de superficie, aéreos y espaciales tienen como objetivo ampliar las capacidades de detección y seguimiento, permitiendo estrategias defensivas en capas.

El desarrollo de aviones de próxima generación es particularmente importante, ya que los sistemas de sexta generación están listos para reemplazar a los actuales cazas de quinta generación, como el F-35. Estos futuros aviones necesitarán tener capacidades furtivas avanzadas para penetrar eficazmente en un espacio aéreo fuertemente defendido. Beck comentó que la capacidad de realizar ataques profundamente en la zona A2AD de un adversario requiere un enfoque integral para identificar y atacar objetivos de manera efectiva.

En este campo de batalla reconfigurado, el control aéreo era el objetivo principal, ya que Beck reiteró la necesidad de que las fuerzas militares lograran la superioridad aérea por encima de todo. Las implicaciones estratégicas de estos avances subrayan la necesidad urgente de adaptar la planificación y ejecución militar para garantizar la eficacia en conflictos futuros.

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