Los legisladores estadounidenses han hecho varios intentos desde septiembre del año pasado para solucionar un importante vacío legal que permite a China eludir una prohibición de exportación de chips avanzados de IA estadounidenses alquilando estas tecnologías a través de servicios en la nube estadounidenses. A pesar de cuatro intentos de rectificar la situación, todas las propuestas fracasaron debido al intenso cabildeo de las empresas tecnológicas y sus asociaciones comerciales, con más de 100 cabilderos involucrados, según informes filtrados.
Mientras los líderes de Estados Unidos y China se preparan para una reunión crucial, la venta de tecnología en curso a China es un desafío importante para los formuladores de políticas estadounidenses, con implicaciones económicas y de seguridad nacional en juego. Como descubrió una reciente investigación de Associated Press, el gobierno de Estados Unidos, a lo largo de varias administraciones, a menudo ha adoptado un enfoque suave al permitir que las empresas estadounidenses vendan tecnología a varias agencias gubernamentales chinas, incluidas las fuerzas del orden, a pesar de las preocupaciones constantes sobre los derechos humanos y la seguridad.
La legislación destinada a colmar estas lagunas a menudo queda en el camino. Aunque las regulaciones de exportación estadounidenses restringen la venta de chips avanzados, China podría importar equipos de fabricación de chips por valor de 20.700 millones de dólares de empresas estadounidenses en 2024, impulsando sus ambiciones de mejorar su industria tecnológica nacional. La renuencia a esta medida se atribuye en gran medida a la formidable influencia económica del sector tecnológico, que ha ganado importancia durante la presidencia de Donald Trump. Los recientes acuerdos entre la administración y gigantes tecnológicos como Nvidia y AMD para facilitar los controles de exportación a cambio de una parte de los ingresos han generado preocupaciones adicionales entre los expertos en seguridad nacional.
Zhou Fengsuo, un veterano activista chino que fue una figura prominente durante las protestas de Tiananmen, ha expresado su frustración con la política del gobierno de Estados Unidos, diciendo que las empresas estadounidenses priorizan las ganancias sobre las consideraciones morales globales. Instó al Congreso a considerar cómo las empresas tecnológicas estadounidenses podrían contribuir a fortalecer el estado de vigilancia de China, que ha facilitado importantes abusos contra los derechos humanos. El testimonio de Zhou subrayó la disparidad entre la retórica agresiva contra China y la falta de acciones legislativas concretas para frenar las exportaciones de tecnología que ayuda a monitorear y reprimir a los ciudadanos.
Los gastos de lobby de las empresas estadounidenses de tecnología y telecomunicaciones han alcanzado cientos de millones en los últimos veinte años, lo que demuestra sus importantes inclinaciones políticas. Los defensores de mayores restricciones argumentan que permitir las exportaciones de tecnología a China fortalecería su posición global en inteligencia artificial y dañaría los intereses económicos de Estados Unidos. Empresas como Nvidia argumentan que las restricciones sólo habilitarán a los competidores extranjeros y perjudicarán el crecimiento del empleo nacional.
Las solicitudes de registros abiertos y extensas entrevistas revelaron cómo incluso las empresas chinas sometidas a sanciones estadounidenses por abusos contra los derechos humanos continuaron accediendo a servicios en la nube para herramientas avanzadas de análisis y vigilancia. En particular, empresas como Amazon Web Services y Microsoft Azure proporcionan plataformas que permiten a las organizaciones sancionadas operar fuera del alcance de las regulaciones estadounidenses.
La historia legislativa de las ventas de tecnología posteriores a Tiananmen ha demostrado respuestas inadecuadas a los problemas actuales. Los esfuerzos anteriores, entre 2006 y 2014, para reforzar los controles sobre las tecnologías de vigilancia han fracasado sistemáticamente, y muchos responsables políticos culpan a los esfuerzos de lobby financiero de las empresas tecnológicas por la desaparición de los programas.
Los esfuerzos por controlar la venta de tecnologías que permiten la represión se han visto complicados aún más por funcionarios gubernamentales vinculados a la industria tecnológica, así como por conflictos dentro de las políticas estadounidenses que priorizan los intereses de empresas extranjeras sobre las consideraciones de derechos humanos. Activistas y legisladores critican a Estados Unidos por permitir el gobierno autoritario de China vendiendo tecnologías clave sin regulación.
A medida que aumentan los llamados a la rendición de cuentas, la narrativa que rodea a las exportaciones tecnológicas de Estados Unidos a China presenta una interacción compleja de intereses económicos, seguridad nacional y obligaciones morales. Figuras destacadas han pedido un reexamen de las políticas que permiten que la tecnología estadounidense desempeñe un papel en la vigilancia y represión de los ciudadanos chinos, revelando una tensión continua en las relaciones entre Estados Unidos y China que complica cualquier esfuerzo para controlar eficazmente estas exportaciones.












